La Semana Santa...
Es como acercarse a Dios,
Cada cual a su manera,
Según cada uno aprendió.
A través del evangelio
Que San Juan nos escribiera,
O a través de la abuela,
Que haciendo el sacrificio
Del día entero ayunar,
Nos enseña, sin decirlo,
Que hay que privarse de algo
Para algo poder dar.
La Semana Santa nos enseña,
Que se puede combinar
La austeridad del potaje
Y el esplendor del azahar.
Que no es monocolor la vida.
Que sin ser un camino de rosas,
No debe serlo de espinas.
Existe derecha e izquierda,
De frente, arriba o atrás,
Pero existe una palabra,
Que es muy fácil de olvidar,
Unos lo llaman amor,
Y otros, solidaridad.
Ser cofrade es ser hermano,
Y eso es lo principal,
Para lo bueno y lo malo.
Lo demás está demás.
El ir primero en la fila,
Cargar el mayor pendón,
Portar cetro o galón.
Todo eso es un honor
Que se da de añadidura.
La verdadera locura
Es seguir al Redentor.
Mezclarse entre los leprosos,
Perdonar a quien ofendió,
Pagar un salario justo,
O cumplir con tu obligación.
Y de cuando en cuando...
Una salve, una saeta, una oración.
...O la tapa de cuaresma,
Entre Misa y Procesión.
Que hay mil maneras de orar
Y de acercarse al Señor.
Dando limosna al mendigo
O escuchando a los amigos.
...¡Todos son actos de amor!.
Hablar de Semana Santa,
De pellizco, de tradición,
De Cristos ensangrentados,
De Vírgenes con mantillas,
Es como narrar la vida
De alguien que se marchó,
A la que quisimos tanto
Y que se fue de puntillas.
Es hablar de Eucaristía,
Es vivir en comunión,
En armonía y amistad.
Y al hablar de costaleras,
Reclamamos la igualdad
De la gente, sea quien sea.
Cada cual es cada cual.
Si hablas de acompañar,
Hablas de ir tras sus pasos
Y de seguir su evangelio.
¿Quién dice que las procesiones
Sean solo actos festeros?
Pasa el paso, paso a paso;
Cuajado de costaleros,
Y entre vivas y te quieros
Veo mis Vírgenes pasar
Con la esperanza en sus labios
Y en sus ojos mi pesar.
Y es qque cuando miro su cara,
Siempre me pongo a llorar.
Hagamos que esta poesía
sea un rosario a María,
Que rezado en cofradía,
A la Virgen aliviará.
Ella es madre amantísima,
Que merece nuestro halago
Por está siempre del lado
Del que más la necesita.
Si lloras, Ella es Dolores.
Si sufres, Consolación.
Al nacer, Encarnación
Y al morir, Mayor Dolor.
Porque al mar, como al cielo,
Los ríos su alma vierten
Y las aguas se divierten
Por volverse a juntar.
Cada cual tiene su virgen,
O su propia advocación.
Los hay que tienen dos
Y los hay que tenemos más.
Solo existe Una y Pura,
Siendo Madre una palabra,
Que como un sorbo de agua
Viene la sed a calmar.
Pero no existen dos flores,
Ni hay dos piropos iguales,
Ni dos árboles frutales
Que den el mismo manjar.
Dolor, Pena y Esperanza.
Son tres momentos del día,
Tres suspiros de la vida,
De un Viernes Santo al azar.
Piedad, Amargura, Dolores
Y La de los Siete Cuchillos,
Cuatro claveles prendidos
A punto de reventar.
Cinco llagas de candor,
Cinco antojos atrevidos,
Cinco salves, sin cumplidos,
Para una Soledad.
Grito Esperanza y despiertan
Seis luceros en el cielo,
Que acariciándote el pelo,
Te vienen a coronar.
A la Inmaculada y Pura,
Siete cruces de caminos,
Sieteafilados cuchillos
La tendrán que atravesar.
Son ocho cartas de amor,
Las que escribo cada tarde,
Cuando le rezo una salve
A Zocueca del Rumblar.
Virgen de la Encarnación,
Gracias te doy nueve veces,
Porque fuiste nueve meses
Templo de Dios y catedral.
Diez promesas sin cumplir
A mi Virgen del Consuelo
Diez vigilias, que te debo,
Son diez sobres sin timbrar.
Once desiertos de arena,
De lágrimas y oraciones,
Y cientos de advocaciones
De Vírgenes “enlutás”
Aurora de la mañana,
Soledad de Medianoche.
Al reloj marcar las doce,
Paró el tiempo de contar.
Las Vírgenes en las calles,
Bordeando las esquinas,
Al son de las bambalinas
Nos invitan a rezar.
Santo viernes. Mes oscuro.
Era mi Virgen de Mena
Quien truncó el amor por pena
Y la pena por pesar.
Con la Esperanza en los ojos,
(El corazón aún le latía),
Sus labios me lo advertían:
Nunca te voy a olvidar.
Ella es mi Virgen del Carmen,
Quien me hace andar seguro,
Y el guiño de mi amor puro
Cuando naufrago en el mar.
Con una gubia y mis manos,
Me metí a imaginero
Y me hecho saetero
Para a mi Virgen rezar.
Dolorosa de Jesús,
Mayor Dolor y Consuelo,
¿Cuéntame lo que te pasa
“Pa” poderlo remediar?
¿Qué eres nueva en Bailén?
Lo mismo me pasó a mí.
Y te lo puedo decir:
¡ Bailén te enamorará!.
Y te puedo asegurar:
Antes de que el año acabe,
Tendrás amigos y cofrades,
Como gotas hay en el mar.
Y el día treinta de octubre,
Antes de Todos los Santos,
Las Vírgenes y los Santos
Te vendrán a visitar.
Que es costumbre de Bailén,
Juntos rezarles un rosario,
Que les sirva de sudario
A los muertos del lugar.
Dolorosa de Jesús,
Mayor Dolor y Consuelo,
¿Cuéntame lo que te pasa
“Pa” poderlo remediar?
¡No eres extraña en Tu tierra!.
Con arcilla hice Tu molde
Y te esculpí en madera noble
Del tronco de un olivar.
Así, que nadie podrá decir
Que estás falta de solera,
Porque tienes el alma llena
De Bailén a rebosar.
Dolorosa de Jesús,
Mayor Dolor y Consuelo,
¿Cuéntame lo que te pasa
“Pa” poderlo remediar?
¿Qué vas buscando a Jesús,
Tu Hijo, el Nazareno?
Cristo ha muerto en el madero
Y en la Cruz nos salvará.
¿Qué vas buscando a Jesús?
Yo te estoy buscando a Ti,
Porque no puedo vivir
Sin saber en donde estás.
Si me quieres recordar
Y así aliviar tu cruz,
En la ermita de Jesús
Mi alma encontrarás.
Yo se que no te hacen falta
flores para ser vereda,
ni lumbre para ser aurora,
ni fuego para ser hoguera,
ni luna para ser noche,
ni noche para ser eterna,
ni agua para ser nieve,
ni valle para ser hierba,
ni hierba para ser espiga
de los campos de tu tierra.
Yo sé que no necesitas
que te corone de Reina,
ni que te borde un manto,
ni que te vista de seda,
ni que te prenda en el pecho
un relicario de perlas,
ni un rosario de esmeraldas,
ni un retablo de azucenas,
ni que te calce de plata,
ni que te ciña de estrellas,
ni que te encarne el rostro
con amapolas trigueñas.
Yo sé que Tú no me pides
mi amor para ser más buena,
ni besos para ser Madre,
ni cetro para ser Princesa,
ni manto para ser Señora,
ni una corona de Reina,
ni un altar para ser Santa
ni una flor para ser Bella.
Pero aunque no me lo pidas,
yo si quiero que Tú tengas
un manto de seda clara,
y un cetro de madreperlas,
y una corona de oro,
y una toca de pureza,
y un altar puesto de rosas,
y una ráfaga de estrellas,
porque en mi vida Tú eres
mi jardín y mi vereda,
eres mi noche y mi día,
eres mi torre y mi puerta,
eres mi mar y mi nieve,
eres mi cumbre y mi sierra,
eres mi pan y mi espiga,
eres mi Esperanza eterna,
eres mi Evangelio vivo,
eres mi esposa perfecta,
y además de esposa, Madre,
y además de Madre, Virgen,
y además de Virgen, Excelsa,
y además de Excelsa, Reina,
y además de Reina, Amiga
que has bajado de los cielos
para sentarte a esta mesa.
Cuentan del Mayor Dolor,
Que el Viernes Santo la Virgen,
Sin que se sepa el origen,
Entre varales, sonrió.
Fijaos, que cada viernes
De nuestra Semana Santa,
La Virgen su pena achanta
Con una sonrisa leve.
¿Y Quién despierta su alegría?
Se preguntan los hermanos,
Mientras le ponen en sus manos
El rosario y una rosa amarilla.
Madre, que esconde su duelo
Y su dolor atenaza,
Al ver venir por la plaza
A su mantilla y a su nazareno
Al encuentro, la mantilla enlutada
Le reza mirando al cielo,
Y al volver la vista al suelo
Se entrecruzan la mirada.
¿Algo tienes en Tu mirar?,
-Se pregunta el nazareno-
Que al ver Tu rostro sereno
Me entran ganas de llorar.
Mayor Dolor y Consuelo,
Que bien te sienta Tu nombre,
Pues haces llorar a los hombres
Y a las mujeres rezar.
Llora y sonríe, tras su hijo muerto,
La Virgen en procesión,
Porque aunque es viernes de dolor,
También lo es de reencuentro.
.
Y este año en la procesión,
Cuando la Virgen aparezca,
Mira su cara de cerca
Y verás que te sonrió.
Mayor Dolor de mi alma herida,
Mi madre y Virgen castísima,
“Ave María Purísima
Sin pecado concebida”.
Cada vez que vengo a verte
Te saludo y me despido,
No sea que el año que viene
No pueda mirar tu rostro
Ni acompañarte en tu senda.
Ni acariciarte tu manto,
Ni traerte rosas frescas.
“Bendita sea tu pureza
Y eternamente lo sea”.
¿Quién diría que mi tortura
Hoy sería tu gloria?
¿Quién recuerda en su memoria
Los tiempos de desventura?
¿Quién ante tanta hermosura
No levanta la cabeza?
Ante ti, a quien canta y reza
Todo cuanto te rodea.
“Pues todo un Dios se recrea
En tan graciosa belleza”.
El barro te dio la vida
Filigrana de donaire,
Que vas perfumando el aire
Entre rosas amarillas.
Bailén se hace poesía,
Se desatan los rumores
Y se alivian los dolores
De alguien que llora y reza.
“A tí celestial princesa
Virgen sagrada María”.
De parte de tus cofrades,
Recibe esta humilde ofrenda
En mi voz, que gime y tiembla,
Al hablar de tus bondades.
A ti, que llenas las calles
El viernes de procesión,
Bailén, en una oración,
Repite el “Ave María”
“Yo te ofrezco en este día
Alma, vida y corazón”.
¿No ves que el cielo me llama
Y no sabré volver luego?
¿Que me alejo –torpe y viejo-
Porque alguien me reclama?
Convierte mi alma en llama
-Dolorosa Virgen mía-
Dale a mi muerte alegría
Y a mi pecado perdón,
““Mírame con compasión,
No me dejes, Madre mía”.
La Virgen de los Dolores,
En la calle Conde Torreanar,
Se pone un poco más triste
Al ver que ella no está.
Y encuentra a faltar
Su imagen reflejada
En la cancela de Ana,
Donde nunca hubo un cristal.
Y al preguntarle a la gente,
Le responden los amigos:
Si este año no ha venido,
Algo tuvo que pasar.
Pero mira entre tus flores,
Que entre todas la mas bella,
O quizás cualquiera de ellas,
Va ocupando su lugar.
Y en la calle de la Amargura,
Cuando el sol rompe en el cielo,
Va rodando por el suelo
Cuesta abajo mi pesar.
El dolor lleva al dolor,
Y el dolor al desespero,
Y el desespero al anhelo
Por volverte a reencontrar.
La Madre va tras su Hijo,
Quien buscando al Nazareno
Lo confundió con un reo,
Y a mi me fue a encontrar.
Y me ha llamado: ¡hijo!,
A lo que respondo: ¡Madre!,
Cuando una nube de sangre
Mi vista vino a nublar.
Siento el dolor en las sienes
De la corona de espinas.
Y el llanto por las esquinas
Que me quiere consolar.
Y aunque no exista consuelo
Para mi pena y la tuya.
En la calle de la Amargura
Ambos la vamos a hallar.
Es mi Virgen de Dolores,
Con su carita chiquita,
La más guapa y más bonita
Que exista en ningún lugar.
¡Guapa, guapa y guapa!,
Te gritan los costaleros
Y el capataz, altanero,
Al cielo te quiere alzar.
¡Vamos al cielo con Ella!
¡Levantarla costaleros!
Que es la reina de los cielos
Y en el cielo debe estar.
Se acabará el Viernes Santo.
Y desde la Encarnación,
Arrastrando tu dolor
Te volverán a tu altar.
Dolores y Soledad.
Siendo madre, eres doncella.
Eres alfa y eres omega,
Eres principio y final
Para el Sábado de Gloria,
Estarás ya en tu ermita
Donde las almas benditas
Te esperan, a mi pesar.
Es la raya que separa
El dolor de la victoria.
Lo terrenal de la gloria,
Lo mortal de lo inmortal.
Y el ¡ay..! de la postrema saeta
Termina con esta agonía,
Mientras el Ave María
Tras los muros suena ya:
Dios te salve María,
Llena eres de gracia.
El Señor es contigo
Y bendita tu eres
Entre todas las mujeres
Y bendito es el fruto
De tu vientre: Jesús.
Va de promesa una madre,
Tras de los Siete Cuchillos,
Agarrando a sus chiquillos
Y arrastrando su pesar.
La mujer como la Virgen,
Llevan una pena muy honda,
Que aunque en el alma la escondan,
Se retrata en su mirar.
La calle Ancha es estrecha
Para tanto sentimiento:
Jesús Orando en el Huerto
Y dos madres “destrozás”.
Yo iba detrás de Ti.
Iba yo de penitente,
Muy agachada la frente
Y el alma muy “levantá”.
Yo iba detrás de Ti.
Delante la Cruz de Guía.
Mientras la feligresía
Empieza ya a caminar.
Delante van los claveles,
Delante está el candelero.
¡Madre mía, cuanto te quiero!,
¡Nunca te podré olvidar!.
Yo iba detrás de Ti.
Delante siete cuchillos,
Y los cirios retorcidos
Al calor de Tu mirar.
Y delante van los niños
Yendo de cualquier manera,
Haciendo bolas de cera,
Que es su forma de rezar.
Y delante de la Virgen,
La de los Siete Cuchillos,
También van los monaguillos
Con incienso y con azahar.
Yo iba detrás de Ti.
No me pesaba la cruz,
Ni me abrumaba la luz
De tu corona al brillar.
No me hundió el caminar,
Ni el cansancio de la noche.
Y lo digo sin reproche,
Pero guardo un malestar.
Yo iba detrás de Ti
Sin poderte ver la cara,
Y sintiendo que llorabas
No te pude consolar.
Yo quiero ser costalero
De la Santa Veracruz
Para portar a Jesús
Y a mi Virgen venerar.
Subir la calle del Cristo,
En la que naciste tú.
Yo quiero ser de la Cruz
Y donde tú estás, yo estar.
¡Pase de mi este cáliz,
No quiero andar el calvario!.
Grita Cristo derramando
Gotas de sangre al sudar.
Con el cíngulo de esparto
Amarrado a la cintura,
Se me ocurrió la locura
De este calvario acabar.
¡Pase de mi este cáliz,
No quiero andar el calvario!.
Cristo se vuelve llorando
Y me sonríe al mirar.
A pesar de los pesares
Y a pesar del sufrimiento,
Fue como un soplo de aliento
Que Cristo me quiso dar.
De luto y atado el esparto,
Siendo hermano de la Cruz,
Quiero seguir a Jesús
Y con El sus pasos andar.
Cristo me ha dado su prenda,
(Y no salgo de mi asombro),
Para cubrirme los hombros
Con su inmáculo mirar.
Sobre el negro, el blanco armiño
Va aliviando este dolor,
Que soportado entre dos
Es más fácil de llevar.
Es tanta vuestra bondad,
que a nadie has desoído,
consuelas al afligido,
Madre Santa de Piedad.
Paso corto y muy solemne.
¡Ten cuidado, costalero,
que llevas sobre tus hombros
a la Reina de los Cielos!
¡Que no se mueva un varal,
que no se caiga una flor,
que la Virgen lleva en brazos
a Jesús, el Redentor!
María Santisima de la Amargura,
al lado vas de San Juan,
hasta donde a tu Hijo, ser divino,
lo van a crucificar.
Y Tu Hijo te dará,
a Juan como a otro hijo.
Para que nunca andes sola,
yo tambien ando contigo.
A Cristo lo ha sentenciado,
una turba enloquecida
y tambien nuestros pecados,
que Cristo redimiría.
Porque, según las escrituras,
al Cristo de la Sentencia,
Le lloraron tres Marias.
Y según la tradición,
Bailén entero le reza
a María de la Amargura.